Los churros serían, en cierto sentido, los descendientes directos aunque muchos coinciden en que la forma original no era la forma de estrella que conocemos hoy. Se dice, de hecho, que los portugueses se vieron obligados a cambiar la apariencia de esa pasta porque en China, compartir conocimientos con extranjeros era considerado un delito capital y, como tal, prohibido y severamente castigado. Una segunda teoría, bastante acreditada entre historiadores de la alimentación y expertos del sector, atribuye el origen de los churros a pastores nómadas españoles que pasaban la mayor parte del tiempo en las alturas de la Península Ibérica. Al no poder llegar a las ciudades para comprar pan, inventaron una masa similar que podía cocinarse fácilmente en una sartén. En apoyo de esta teoría estaría la existencia de una raza de oveja, la “Navajo Churro”, descendiente de la oveja “Churra”, típica de la península ibérica, cuyos cuernos recordarían en su forma a esta masa frita. De los churros ibéricos salió el churro relleno argentino, churros cubanos rellenos de guayaba, el churro relleno de dulce de leche típico de la tradición mexicana y los churros rellenos de queso uruguayos.
Los churros pueden ser los originales cubiertos con azúcar o con chocolate fundido, nata o caramelo, también en versión salada y no es raro encontrarlos con crema de ajo o de bacalao. Existen dos variantes principales: las porras, que son los churros más grandes, con bicarbonato en la masa para conseguir una mayor crocantez y aireación en el interior, y los buñuelos, cuya forma recuerda a la de un donut, y enriquecidos con calabaza o rellenos de chocolate, crema de café o natillas.
Para hacer churros, se necesita: 250 gramos de harina 00, 250 gramos de agua, 1 pizca de sal, azúcar glass o granulada para espolvorear, una churrera o manga pastelera con boca de estrella, aceite de oliva o girasol al gusto. La preparación consiste en poner el agua y una pizca de sal en una cacerola de fondo grueso y llevar a ebullición, luego se añade la harina tamizada y se mezcla inmediatamente con una cuchara de madera, cocinando la mezcla hasta que se compacte y se despegue de las paredes de la olla. La masa se coloca en un bol, se extiende un poco para que se enfríe, y luego se introduce en una churrera o manga pastelera para formar palitos de unos 8 cm de longitud. La temperatura del aceite debe oscilar entre 195º y 200º C para hacer churros, y en 230º C para hacer porras. Los churros se doran durante 2-3 minutos, dándoles la vuelta continuamente, y luego se pasan a un plato con papel de cocina para absorber el exceso de aceite. Finalmente, se rebozan en azúcar granulada y se sirven inmediatamente.