La primera de ellas apunta a que fueron los portugueses los que los introdujeron en la península en su retorno desde China, basados en el típico plato Youtiao (palitos fritos de pan) de la cocina tradicional china. La segunda de las versiones atribuye este delicioso descubrimiento a los pastores españoles, quienes, a falta de horno, tuvieron la excelente idea de freír el pan. Cuenta la tradición que el nombre característico y popular de churro les viene dado por el nombre de las ovejas churras. Muchas son las pistas que apuntan a que incluso desde el siglo XIII, los andalusíes ya consumían este característico plato de masa frita formado por harina, agua y endulzado con miel.
Su preparación está basada en la elaboración de la masa a partir de la mezcla de harina y agua, para finalmente, tras haber logrado una especie de engrudo, agregar la pizca necesaria de sal. Será entonces cuando, una vez obtenida, deberemos de introducirla en una manga pastelera para ayudarnos en dar la forma correcta, y posteriormente, freír en aceite bien caliente.