Los ingredientes de la masa de churros son muy sencillos: agua, harina de trigo y sal, prácticamente las mismas del pan común.
El aceite para freír que se utiliza comúnmente en España es de girasol o de oliva, ambos aceites vegetales muy saludables.
Tal y como se comenta en el artículo anterior la fritura a altas temperaturas forma una costra superficial en el alimento que impide la absorción de aceite.
Los churros no solamente son buenos por lo que tienen sino también por lo que no tienen: no tienen colesterol, ni grasas malas como las trans, ni azúcar, ni ningún tipo de aditivo como colorantes, conservantes, etc.
Las cifras hablan por si solas.
Cuando vamos a una cafetería y cambiamos los churros por un croissant pensando en que es mejor para mantener la línea cometemos un grave error y si, además, caemos en la tentación de añadirle mantequilla, las calorías y el colesterol se disparan.
Las inocentes galletas tienen un 50 % más de calorías, una tercera parte de proteínas y más del doble de grasa de la que gran parte es saturada y por tanto menos saludable que la de los churros.
Cuando damos a nuestros hijos los tan supuestamente sanos y modernos cereales de desayuno les estamos dando un alimento altamente azucarado lo que es poco recomendable para la alimentación infantil.
En conclusión, disfrutemos sin remordimientos de una ración de churros sabiendo que, además de estar estupendos, es un alimento saludable, dentro de una alimentación equilibrada.