Aunque ya lo sospechábamos, los churros y las porras no son saludables: están hechos de una masa de harinas refinadas que se sumergen en aceite hirviendo.
Es decir, se trata de un bocado altamente calórico y, aunque son muy energéticos, los nutrientes que aporta no son demasiado interesantes: carbohidratos con un alto índice glucémico y grasas de una calidad variable —depende del aceite que use cada churrería—.
Desde el punto de vista nutricional, los churros y las porras sí que son iguales: según la Fundación Española de Nutrición (FEN), ambos alimentos contienen más de 360 kilocalorías por cada 100 gramos, su mayor aporte son los hidratos de carbono procedentes de las harinas refinadas y, después, las grasas, que provienen del aceite de fritura.
El bicarbonato de sodio simplemente sirve para cambiar la textura del producto final, para que sea más esponjosa y crujiente.
Este ingrediente no tiene kilocalorías y, por lo tanto, no altera los valores nutricionales de la receta.
Si hablamos de valores nutricionales en relación con los churros, no debemos olvidarnos de que casi siempre vienen espolvoreados con azúcar o nosotros mismos los mojamos en un tazón de chocolate.
El azúcar es uno de los grandes enemigos de la nutrición saludable hoy en día, eleva el número de kilocalorías de las comidas y su consumo excesivo se relaciona con algunas enfermedades cardiovasculares.
En cuanto al chocolate, los nutricionistas recomiendan que compremos aquellos que tienen más de un 80% de cacao en su composición.
La verdad es que no.
La principal diferencia entre churros y porras es que en la elaboración de estas últimas se emplea bicarbonato sódico (o levadura)-la masa (harina+sal+agua) se deja reposar unos minutos antes de freír para que se libere CO2 y sea esponjosa.