Los churros son consumidos para el desayuno y la merienda, a pesar de ser auténticas bombas calóricas.
Se dice que los portugueses trajeron estos dulces a Europa, desde el Lejano Oriente, donde se comían tiras de pasta salada y frita, servidas para el desayuno y comido con arroz congee y tofu con leche.
Los churros pueden ser los originales cubiertos con azúcar o con chocolate fundido, nata o caramelo, también en versión salada y no es raro encontrarlos con crema de ajo o de bacalao.
Mojados en café o acompañados de una taza de chocolate caliente y espeso, los churros representan uno de los platos más queridos por los españoles.
Una de las tradiciones es degustar los churros cómodamente sentados en el interior de las churrerías, es decir, lugares históricos con un ambiente sugerente y fascinante que conservan anécdotas y leyendas más o menos antiguas.
En el Madrid del siglo XIX había buñolerías por todas partes, ya que era un tentempié muy solicitado por los madrileños.
Los churros son ciertamente más sabrosos cuando están recién hechos, mientras aún están calientes.