Hay un más allá en la elaboración de ambos fritos que hace que churros y porras sean más diferentes de lo que a priori parecerían.
Las porras son de mayor tamaño que los churros, en todos los aspectos.
Tanto por longitud como por peso y por grosor, las porras –independientemente de cualquier variedad local– van a ser más gruesas, largas y pesadas que un churro.
La cuestión es que este tamaño tiene que ver, lógicamente, con la diferencia sustancial que más adelante vamos a aclarar y que tiene que ver con los ingredientes que conforman esta masa.
La diferencia fundamental entre churros y porras va a venir marcada por los ingredientes que, como veremos, luego condicionan la forma y el tamaño.
También porque los ingredientes van a influir en el reposo inicial de la masa y, por tanto, también en cómo de esponjosa o aireada sea.
En este caso, los ingredientes básicos de los churros son agua, harina y sal.
La porra, o lo que la mayor parte de España llama porra, lleva los mismos ingredientes más una adición: bicarbonato sódico.
La cuestión es que la incorporación de estos elementos exige que la masa repose un poco, lo suficiente para que leve, que será lo que busquemos en las porras para que sean más aireadas que los churros.
También, por eso, importa que la harina en cuestión sea de fuerza o no.
En este caso, los churros suelen pedir una harina de gran fuerza, que pueda refrescar la masa con facilidad y que aporten crujiente, mientras que las porras necesitarían una harina que tenga más capacidad de esponjar y no precisa tanta elasticidad o capacidad de desarrollar el gluten.