Los churros son alimentos densos en calorías porque combinan harinas refinadas y fritura en aceite.
Una porción pequeña puede aportar una cantidad significativa de calorías sin ofrecer nutrientes esenciales, contribuyendo al aumento de peso si no se consumen con moderación.
Durante la fritura, los churros absorben aceite, y si no se utiliza un aceite de buena calidad o se somete a temperaturas inadecuadas, pueden contener grasas trans o grasas saturadas, asociadas con el aumento del colesterol “malo” (LDL) y un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Al ser cubiertos con azúcar o rellenados con dulces (como chocolate o cajeta), los churros pueden contribuir al consumo excesivo de azúcar, aumentando el riesgo de obesidad, caries dentales, problemas metabólicos y enfermedades como la diabetes tipo 2.
El uso de harina blanca en su preparación implica un bajo aporte de fibra, lo que hace que su índice glucémico sea alto, desencadenando picos rápidos de azúcar en sangre y poca saciedad.
Su consumo en exceso o combinado con otros alimentos elevados en calorías puede incrementar los niveles de colesterol en la sangre.
Comer churros de manera ocasional y en cantidades pequeñas puede minimizar sus riesgos.
Prepararlos en casa con aceites saludables, harinas integrales y controlando el azúcar podría hacerlos menos dañinos.
Evitar combinarlos con bebidas muy azucaradas, como el chocolate o refrescos.
Una dieta habitual basada en alimentos altamente calóricos, azucarados o fritos puede perjudicar la salud a largo plazo.