Los churros pueden ser los originales cubiertos con azúcar o con chocolate fundido, nata o caramelo, también en versión salada y no es raro encontrarlos con crema de ajo o de bacalao.
Una vez listos, pasarlos a un plato sobre el que se colocará papel de cocina para que absorba el exceso de aceite.
Aún caliente, rebozar los churros en azúcar granulada a la que también se le puede mezclar canela en polvo.
Los churros serían, en cierto sentido, los descendientes directos aunque muchos coinciden en que la forma original no era la forma de estrella que conocemos hoy.
Existen dos variantes principales: las porras, que son los churros más grandes, con bicarbonato en la masa para conseguir una mayor crocantez y aireación en el interior, y los buñuelos, cuya forma recuerda a la de un donut, y enriquecidos con calabaza o rellenos de chocolate, crema de café o natillas.
Mojados en café o acompañados de una taza de chocolate caliente y espeso, los churros representan uno de los platos más queridos por los españoles que suelen consumirlos para el desayuno y la merienda, a pesar de ser auténticas bombas calóricas.
Una de las tradiciones es degustar los churros cómodamente sentados en el interior de las churrerías, es decir, lugares históricos con un ambiente sugerente y fascinante que conservan anécdotas y leyendas más o menos antiguas.
De los churros ibéricos salió el churro relleno argentino, churros cubanos rellenos de guayaba, el churro relleno de dulce de leche típico de la tradición mexicana y los churros rellenos de queso uruguayos.
Como ocurre con la mayoría de los postres fritos, los churros son ciertamente más sabrosos cuando están recién hechos, mientras aún están calientes.
Si se desea, es posible conservar la masa en el frigorífico, directamente en la manga, pero no más de 12 horas.