En la costa caribeña, en La Guajira y parte del Cesar, elaboran el chirrinche o chirrinchi, popularmente también como churro, que, a diferencia del viche, no se elabora a partir de la caña cortada, sino de panela o melaza a la que se le añade agua para hacer una bebida azucarada que se lleva a fermentación con levaduras autóctonas y se destila después.
Lo interesante de ambas bebidas espirituosas no reside solo en su singularidad organoléptica, sino en el carácter medicinal y ritual que tiene en las diferentes comunidades.
En la cultura Wayuu, en la Guajira, al otro extremo del país, cerca de Venezuela, el chirrinche también forma parte de los eventos fúnebres.
Los familiares llenan el estómago del difunto con una botella entera para evitar la descomposición del cuerpo mientas lo velan en funerales que pueden durar hasta siete días y se lavan manos y pies con chirrinche con el fin de espantar a los malos espíritus.
Se ofrece hasta una cata con cuatro de estas bebidas originarias de distintos puntos del país.
Desde el viche Mano de buey del maestro Onésimo, en Nariño, al Canao Blanco, elaborado por mujeres en el Chocó, también en el Pacífico pero mucho más al norte, no lejos de Panamá, pasando por chirrinches como el Asawa de La Guajira, cuya traducción de la lengua wayú al castellano es «estar bien».