Se han englobado aquí síntomas como hinchazón de tripa, gases, cambios en el ritmo intestinal, cansancio, depresión, irritabilidad, dolor articular o muscular, etc .
Del mismo modo que en el intestino irritable, los estudios científicos, no consiguen encontrar evidencias sólidas de que el gluten tenga nada que ver en estos problemas, ni que la dieta sin gluten sirva para mejorarlos.
No se han encontrado diferencias en dietas controladas, con placebo o recaídas al volver a tomar gluten cuando el paciente no sabe que lo está tomando.
De hecho, se estima que la mayoría de las mejoras se debe a que una dieta sin harinas es en realidad una dieta pobre en alimentos fermentables (o dieta FODMAP free) que ha demostrado, al igual que en el colon irritable, ayudar a estos pacientes.
Una dieta totalmente exenta de gluten es, en la mayoría de los casos, incompleta en cuanto a las necesidades de hierro, fibra, ácido fólico, niacina, riboflavina y tiamina.
La mayoría de los alimentos que sustituyen al pan o productos con harinas hechos con trigo, incluyen grasas de poca calidad nutricional.
Las personas que no toman gluten generalmente comen, de promedio, menos fibra, más grasas y más sal.
Algunos estudios relacionan la dieta sin gluten con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares como angina o infarto, aunque no hay datos definitivos sobre esto.
Además, los productos sustitutivos del trigo tradicional, son hasta un 200% más caros.
Las personas que sigan una dieta sin gluten, deberán acudir a un nutricionista para que, o bien con otros alimentos, o bien con suplementos, corrijan estas carencias.