Una dieta totalmente exenta de gluten es, en la mayoría de los casos, incompleta en cuanto a las necesidades de hierro, fibra, ácido fólico, niacina, riboflavina y tiamina.
Las personas que sigan una dieta sin gluten, deberán acudir a un nutricionista para que, o bien con otros alimentos, o bien con suplementos, corrijan estas carencias.
La mayoría de los alimentos que sustituyen al pan o productos con harinas hechos con trigo, incluyen grasas de poca calidad nutricional.
Cuando el gluten no está, ese mismo efecto se logra con grasas, que, con mucha frecuencia, son saturadas y por eso, poco sanas.
Las personas que no toman gluten generalmente comen, de promedio, menos fibra, más grasas y más sal.
Algunos estudios relacionan la dieta sin gluten con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares como angina o infarto, aunque no hay datos definitivos sobre esto.
Además, los productos sustitutivos del trigo tradicional, son hasta un 200% más caros.
En un informe de Federación de Asociaciones de Celíacos de España, la dieta de un celíaco supone más de 900 euros al año más que una dieta convencional.
Otros costes más difíciles de evaluar, son la complicación de la vida social, familiar y laboral de una dieta sin gluten.
Esta dieta no es cómoda de hacer fuera de casa, y exige más dedicación para comprar y cocinar los alimentos.
Por esta razón, incluso los pacientes celíacos, tienen dificultades para cumplir correctamente la dieta debido a estas interferencias con su vida personal.
Hacer dieta sin gluten no proporciona mejor salud ni ningún beneficio adicional a quienes no sufren enfermedad celíaca o trastornos relacionados.