El jarabe de arce y la miel tienen cada uno sus propios beneficios e inconvenientes. Ambos son ricos en diferentes minerales y vitaminas, pero ambos contienen antioxidantes. El jarabe de arce es preferible para las personas que padecen diabetes, pero sigue siendo un producto edulcorante que debe consumirse con moderación.
Para las personas sin diabetes, la elección entre miel y jarabe de arce realmente se reduce a sus preferencias.
La miel tiene la ventaja de tener un sabor más o menos intenso según la flor de la que procede.
La miel de acacia, por ejemplo, es muy dulce y de color claro.
En cambio, la miel de castaño es oscura y muy fuerte en boca.
Entre las dos, la miel de flores o la miel de primavera tienen un sabor moderado, con un acento floral.
Como todos los azúcares, ambos pueden provocar el desarrollo de determinadas enfermedades, como la hipertensión o determinadas patologías cardíacas.
Por tanto, deben consumirse con moderación.
Sin embargo, observamos que el índice glucémico del jarabe de arce es 54, ligeramente inferior al de la miel que es 61.
Se debe controlar el consumo de miel por parte de personas que padecen diabetes.
Esto no significa que el jarabe de arce no tenga un impacto glucémico porque sigue siendo un azúcar.
Al ser más denso y contener agua, es más susceptible a la formación de moho.
El jarabe de arce está adaptado al estilo de vida vegano, a diferencia de la miel que es un producto derivado de animales.
Este último, en cambio, tiene la ventaja de no tener fecha de caducidad, porque es imputrescible.
Puede cambiar de consistencia y cristalizar, pero no caduca.
Si El jarabe de arce se conserva durante años.
Mientras no esté abierto, debe refrigerarse y consumirse dentro de los 12 meses posteriores a su apertura.