Pese a ser un plato típico de España, que se ha difundido en países como Venezuela, Argentina, Chile o México, su origen, en concreto el de los churros, se encuentra en China. En este país oriental se comían durante el desayuno unas tiras de masa frita y salada llamadas youtiao. La llegada de los mercaderes españoles y portugueses a las tierras chinas sirvió para dar a conocer en la Península Ibérica este sencillo, aunque innegable, manjar.
Originalmente se popularizó entre la gente con recursos y los pastores, que cuidaban de las ovejas churras, cuyos cuernos se parecían a la masa frita. Llega la segunda parte del plato: el chocolate. Con la llegada a América, se descubrió el cacao y empezó a traerse a España, junto con el azúcar. Debido al privilegio que suponía tener estos ingredientes, el plato que hoy nos ocupa pasó de ser una comida de pastores a ser una delicia muy apreciada que incluía ese toque dulce que tanto nos gusta.
De este modo, los churros llegaron a las ciudades y se abrieron las primeras churrerías. La tradición de desayunar churros con chocolate comenzó en Madrid en el siglo XIX. Fue a partir de este punto cuando la popularidad del chocolate con churros y de las porras de chocolate creció exponencialmente, debido a lo poco que costaban y a lo bien que entraban. Como ves, lo que hoy se concibe como algo de lo más tradicional aquí nace del comercio con China y con América y de la fusión de ambas aportaciones.