El huevo sigue generando debate por muchos que sean los estudios que, uno a uno, le liberen de aquella condena emitida en los años ‘70.
De hecho, no he sido capaz de encontrar ningún estudio que, en la línea del anterior, sea tan alarmista.
Más al contrario, este estudio, de nuevo observacional y de 2015, concluía con poco género de dudas que “una mayor ingesta de huevos se asoció con un menor riesgo de diabetes tipo 2 en una cohorte de más de 2300 hombres de mediana edad y mayores”.
Por su parte, esta intervención llevada a cabo durante tres meses en 140 pacientes encontró que “un alto consumo de huevos no reflejó cambios en el perfil lipídico de personas con diabetes tipo 2 que siguieron una dieta rica en ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados”.
Los patrones dietéticos, la actividad física y la genética afectan la predisposición de la enfermedad cardiovascular y de la diabetes tipo 2 más que la consideración de un solo alimento como puedan ser los huevos.
En resumen, se pueden consumir de manera segura hasta siete huevos por semana, también en pacientes diagnosticados con enfermedad cardiovascular con diabetes tipo 2, pero siempre haciendo un énfasis especial en los estilos de vida saludable.
Según el muy reciente estudio “Mechanism and Potential of Egg Consumption and Egg Bioactive Components on Type-2” la relación entre el consumo de huevos y el riesgo de diabetes tipo 2 en base a los estudios epidemiológicos observacionales no es consistente.
Sin embargo, los estudios clínicos de intervención proporcionan pruebas alentadoras al respecto de que el consumo de huevos mejora el riesgo de esta patología.
Es decir, las actuales investigaciones también indica que algunos componentes del huevo, entre ellos algunos de sus péptidos, podrían ser beneficiosos en el contexto de la diabetes tipo 2, tanto en relación a la cantidad de insulina secretada como en la sensibilidad a esta hormona, el estrés oxidativo e inflamación.
Todo ello sugiere una posible aplicación en el manejo de la diabetes tipo 2.